Ayer, viernes 1 de abril, en el Consulado de España en Bata (Guinea Ecuatorial) se entregó la Placa de la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica, a personas que han sido pioneras en el trabajo en dos de los campos importantes de la Cooperación española: la sanidad y la educación.
En el caso concreto que más nos toca, dicha Encomienda (el cuarto grado de distinción) se concedió al Hermano de La Salle Manuel Carreira por su larga trayectoria en el campo de la educación y la catequesis en Bata. Nacido en Santiago, el Hermano Manuel procede de nuestro sector.
Según reza el artículo 1 del RD (BOE RD 2395/1998 de 6 de noviembre) : "... La Orden de Isabel la Católica tiene por objeto premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación española con el resto de la comunidad internacional".
Más de treinta años en Guinea avalan el trabajo del Hermano Manolo. Una larga estancia que, si bien es cierto que uno no trabaja por el reconocimiento externo, le llega ahora esta distinción que hace justicia, no sólo a la persona de Manolo (como él afirma), sino también a la de tantos Hermanos, trabajadores y cooperantes que han dejado (y siguen dejando) su tiempo y parte de su vida, laborando en diversas zonas de Guinea. Una Guinea un poco más cambiada que aquella que vieron los primeros Hermanos que se acercaron, hace más de cincuenta años, por aquellos lugares.
Nos alegramos con el Hermano Manolo y le felicitamos por esta distinción que se le concede. Nos alegramos profundamente por este reconocimiento, que se hace extensivo a todo el Instituto de La Salle, presente en Guinea desde hace muchos años. Labor que agradecemos desde estas líneas para todos los Hermanos y seglares que, en el campo de la educación, siguen haciendo una tarea encomiable lejos de su tierra.




que nos llevan a ser quien somos. Porque constantemente estamos eligiendo caminos, cómo usar el tiempo, qué palabras decir y cuáles callar, a quién dar cancha en la vida o no. Por eso, ojalá elijamos la vida. El camino de Jesús es paradójico. Muchos podrían pensar que se equivoca. Que si calla, si otorga, si elige crear menos polémica, si es prudente, si no va a Jerusalén, o si una vez allí acepta la mano que le tiende Pilatos… entonces seguirá vivo. Y por lo mismo, podrá hacer el bien. «¿Qué vas a ganar con eso, Jesús?, solo conseguirás que te maten» podría muy bien ser el comentario de alguno de sus más cercanos. Pero en su decisión hay una opción y una apuesta por la vida. No por una vida mediocre, sino por una vida vivida desde la libertad, la justicia y la búsqueda de la verdad. La resurrección de Cristo contiene la promesa de que nosotros mismos podremos experimentar la resurrección en forma palpable, que se manifiesta en una vivencia renovada del amor a Dios y al prójimo, la gracia necesaria para perdonar y la fuerza espiritual para llevar una vida consagrada a Dios.





