Los días 24 y 25 de mayo, viernes y sábado respectivamente, ochenta profesores nuevos de primer, segundo y tercer año vinculados en las obras educativas y socioeducativas del Sector Valladolid (zona noroeste de España), celebraron un encuentro de formación inicial en torno al sentido que tiene vivir, ser y trabajar los dinamismos comunitarios en la labor educativa junto con los integrantes del Equipo de Misión del Sector: Paco, Guillermo, José Antonio e Iñaki. De nuestro colegio, participaron Nieves, Adrián, Pablo y Marina.
Los asistentes desarrollaron un itinerario de trabajo que tomaba su origen en la definición de comunidad como parte del compromiso común con el proyecto educativo; un punto de partida que compartió espacios teóricos con dinámicas grupales en las que se compartieron dinámicas y prácticas comunitarias de los centros. En la tarde del 24, el Monasterio de La Santa Espina (ubicado en el municipio de Castromonte, Valladolid) configuró un contexto ideal para que los asistentes pudiesen reflexionar en cuatro ámbitos de vital importancia en la vida del educador lasaliano: la identidad, la espiritualidad, la pertenencia o como nuestra vida va definiendo el “ser de La Salle” y, en cuarto lugar, generar dinamismos de interioridad que nos inviten a fijar la mirada en el sentido profundo de educar a los jóvenes de nuestras escuelas. Esa misma noche, la cena sirivió para despedir a los profesores de tercer año que acabar así su formación inicial, recibiendo un recuerdo de La Salle por parte del EAS, invitándoles a seguir formándose día a día. Además estos profesores, como es tradición, tuvieron un detalle y entregaron a sus compañeros y a los miembros del EAS un regalo de recuerdo.
En la misma línea, la jornada del sábado 25 puso su acento en una máxima fundamental: crear y ser comunidad cristiana dentro de las comunidades educativas. El reto de Juan de La Salle, hoy, sigue siendo el mismo que hace 300 años: que desde las diferentes identidades y estilos de hoy, busquemos converger en la misión común de volcar nuestro tiempo y vida en las obras educativas. Todo ello, con un único propósito: tocar los corazones.