DIÁLOGOS. CONVIVENCIA EN BUJEDO
Cada año el grupo DIÁLODOS culmina sus reuniones quincenales con una fiesta que suele consistir en un día de convivencia de padres, hijos, animadores e incluso lo abuelos, con una comida compartida de lo que cada familia aporta y paseos y juegos al aire libre. Siempre ha sido el mejor momento de nuestro curso.
Este año sugerimos la posibilidad de tener esa convivencia en Bujedo, lugar del que tenían información por sus hijos, pero que desconocían la mayor parte. La ilusión que se creó fue tan grande que hubo que buscar una fecha en la que no hubiera ningún compromiso y pudieran ir todos. Elegimos el 17 de junio, domingo, En coches particulares nos desplazamos al Monasterio de Bujedo, y a las 12,15 ya nos encontrábamos todos en aquel paraíso de verdor, frescura, y arrullo de aguas que circulaban por el riachuelo, las canaletas, los surtidores o la fuente de 4 caños que vierte constantemente agua fresca y reconfortante. Y todo ello en un día espléndido de sol.
Aún estábamos con la sorpresa del lugar, bajo los tilos en plena floración, cuando nos dicen que el Hno, Carlos Cantalapiedra nos está esperando. ¡Qué suerte encontrarnos con él, dispuesto a enseñarnos miles de cosas interesantes de la Biblioteca!: Exposición, Archivos… en donde se conservan las cosas más curiosas relacionadas con La Salle: libros, medallas, condecoraciones, imaginería, históricos de cada colegio, colecciones de libros, belenes, material usado en nuestras escuelas, sellos… Y se nos hace sin darnos cuenta la hora de la comida.
Fue el momento más relajante, tranquilo y alegre del día. Bajo los cedros que orlan la piscina, instalamos mesas y sillas, manteles y viandas, y, a compartir lo que cada familia había traído, y en donde salen a relucir las especialidades culinarias de cada ama de casa o productos típicos de su zona. Los niños que terminaron pronto, encontraban en el entorno motivos para sus juegos, mientras los mayores departíamos en amena sobremesa la alegría de sentirnos amigos, hoy sin prisas y en ambiente agradable y relajado.
El tiempo pasaba, y nos quedaba por ver los interiores del Monasterio, que hicimos acompañados del Hno. Moisés, que abrió las puertas a nuestra curiosidad enseñándonos cada rincón interesante: capilla, altar de los Santos Mártires, claustros, gran escalera con sus enormes cuadros, y hasta la típica y fresca bodega.
Solo nos quedaba tiempo para una vuelta por la huerta hasta el estanque, bajo manzanos, cerezos, ciruelos, nogales y avellanos. Eran las 7,30, y, aunque nos hubiera gustado quedarnos un par de horas más y merendar allí por lo bien que se estaba, había que recoger y regresar a Santander.
Al despedirnos, nos llevábamos el recuerdo de un lugar maravilloso, de una acogida fraterna de todos los Hermanos de la casa, cuyo cariño sentimos muy de cerca, y de una mayor amistad en el grupo, manifestada en cada momento del día. Nos despedíamos con el sabor agridulce de toda despedida, pero con la confianza de volvernos a encontrar al comenzar el curso siguiente.