Del tres al 6 de diciembre, llegados de todo el territorio del Distrito ARLEP, se daban cita en Llíria (Valencia) los participantes en la III AMEL del Distrito bajo el lema que acompaña la celebración del #300LaSalle: Un corazón, un compromiso, una vida. En esta III AMEL del Distrito, una palabra clave ha sido la Esperanza. Hemos podido constatar que la Misión educativa lasaliana sigue siendo capaz de leer el mensaje que el mundo lleva en sí buscando respuestas creativas, solidarias y de calidad a las demandas de la sociedad a la que se debe. Nuestras comunidades educativas siguen alumbrando vida y albergando el sueño de que otro mundo es posible.
Tras la votación final para el Consejo de la MEL (en la que fueron elegidos Inmaculada González-Pola, Conchi Revuelto y Borja Doval) y las votaciones relacionadas con algunas de las líneas de acción pendientes de aprobar en las sesiones anteriores, el Hermano José Román Pérez, Visitador Titular, y el Hermano Jesús Félix Martínez, director de la Red de Obras agradecieron, en sendos momentos, el trabajo realizado por la Comunidad de Hermanos La Salle Llíria, el equipo de secretarios de la asamblea y el equipo de Comunicación del Distrito.
Tras el descanso, los Hermanos Néstor Anaya Martín (Secretario para la Asociación y la Misión del Instituto) y Aidan Kilty (Consejero General para la RELEM) dirigieron unas bellas palabras de ánimo, felicitación y agradecimiento a la asamblea desde la mirada del Instituto.
Las palabras de conclusión de la asamblea correspondieron al presidente de la misma, que valoraba estos días como un regalo que invita a pensar en los apasionantes cuatro próximos años. Con el recuerdo de la celebración del #300LaSalle, invitaba a la familia lasaliana a emular la acción de los primeros Hermanos a la muerte de San Juan Bautista de La Salle, asumiendo la misión. La comunidad, en palabras del Hermano Visitador, sigue sustentando nuestra misión y es el “juntos” lo que nos permitirá alcanzar los objetivos marcados. El Hermano José Román, señaló la necesidad de retomar nuestras raíces caminando hacia los más necesitados, los que menos tienen, donde encontramos nuestra verdadera identidad, preocupándonos no solo por lo que hagamos, sino por el cómo lo hagamos. La III AMEL finalizó con una preciosa eucaristía en la que cobraron sentido las piezas de puzzle que portaban los asambleístas desde el primer día; juntas formaron el siguiente mensaje: es tiempo de mover corazones.