Recién llegados, o casi, de Togo miramos hacia atrás y nos damos cuenta de lo privilegiados que hemos sido de poder vivir una experiencia así.
Y lo somos por haber tenido la oportunidad de vivirlo toda la familia junta, por haber dispuesto de un alojamiento y unas condiciones que nos han facilitado el preocuparnos sólo de aprovechar al máximo el tiempo de estancia, pero sobre todo por contar con una Comunidad de Hermanos que nos ha acogido y acompañado de forma increíble. Tanto Vicente, que fue Director en este Colegio, como Enrique y Norbert se volcaron para conseguir que nuestra estancia fuese lo mejor posible. Para todos ellos y para PROYDE, que nos ha posibilitado y acompañado en la experiencia nuestro más grande agradecimiento.En el tiempo que estuvimos allí disfrutamos de la acogida de todas las personas con las que nos hemos ido tropezando, tanto en nuestro quehacer diario como en las visitas que realizamos a diferentes lugares del entorno y sobre todo en las celebraciones eucarísticas a las que acudimos los domingos.
Nuestras tareas, en compañía de Mario, el chico que nos acompañó, eran sencillas, la excusa para ir profundizando en nuestro conocimiento de la sociedad y la cultura de Togo. Por las mañanas labores de campo como limpiar maleza, trasplantar y podar árboles para una parte de nosotros, arar y soldar para Mario, el más técnico de los tres y ayudar a la encargada de la guardería, tarea reservada a Adaia. Por las tardes siesta obligada en las horas de más calor para evitar sustos y juegos en la escuela del pueblo para los niños.
Mirando hacia atrás, como decíamos al principio, nos damos cuenta de que más allá de las tareas realizadas lo más importante ha sido sin duda el conjunto de las relaciones que hemos ido construyendo y que nos han servido y siguen sirviendo para tener una nueva visión del mundo y para seguir llenando nuestro corazón.
Tenéis las crónicas del viaje en www.miraralsur.org